“GS 1250, Adventure: EL MISMO COLLAR… CON DISTINTO PERRO”
Publicado: 07 Jun 2020, 18:36
“GS 1250, Adventure: EL MISMO COLLAR… CON DISTINTO PERRO”
Empezaré felicitándome y felicitándoos porque, superado lo peor (esperemos), pronto podremos continuar recorriendo juntos las soberbias rutas que nos están esperando. Un abrazo especial, muy fuerte, para quienes habéis visto la cara más dramática del malhadado virus. Aún lejos, os hemos tenido muy presentes durante estos meses.
Afortunadamente, las circunstancias permiten ya hablar de frivolidades, por lo que os contaré el placer que me ha producido volver a pasear en moto, estrenando mi flamante GS 1250 Adventure, que me ha estado esperando, silenciosa y paciente, en la tienda de nuestra compañera Lucía, durante estos dos meses de obligada reclusión.
Amigos: ¡qué placer! ¡qué moto! La sensación ha sido tan impactante como la que me produjo hace unos años la K 1600 (la “blanquita”) y que os contaba en aquél “Amor a tercera vista” que compartí con vosotros en este mismo foro. Impresión soberbia e inesperada, porque, después de (exactamente) tres años con mi querida GS 1200 Adventure, mi espléndida “negrita” (los apelativos son de Martha; y, por favor, no confundir con “la negra”, reservado a la inolvidable K 1200), esperaba encontrarme con “el mismo perro con distinto collar”; y, sin embargo, ha surgido, como por ensalmo, “el mismo collar con distinto perro”: Toda una sorpresa que ha hecho añicos la idea de “un poquito más de lo mismo” con la que me subía ayer a ella. Lejos de esa previsible continuidad, he encontrado un “más” que se convierte claramente en un “mejor”.
Os cuento lo que me han descubierto mis primeros 130 Km., por una divertida y exigente ruta por la sierra cordobesa, un continuo “sube-baja” de cerradas curvas entrelazadas, que me parecía el lugar ideal para iniciar el rodaje de mi anhelada 1250 Adventure (la “rojita”, por el asiento; la segunda, habría que añadir, para no dejar en el olvido a mi dócil RT 1200).
Para que fuéramos conociéndonos, empecé sin otra compañía que el grave y profundo ronroneo de gata satisfecha, de un motor que te muestra inmediatamente su poderío y genio, pronto a la respuesta, que entrega rotunda y suavemente, con la calma de quien se sabe con fuerzas sobradas para darte generosamente lo que le pidas. Se nota que responde a la filosofía de que el esfuerzo no se regatea, lo que nos resulta tan agradable y reconocible a los del Atleti.
En curvas cerradas, subiendo, en tercera, ha desaparecido el sonoro redoble de palillos de la 1200, con el que te advertía, temblorosa, que estaba con la lengua fuera, obligándote a ayudarla con el deshago de la segunda. Adiós a las inquietantes y repentinas “pájaras”, hechas desaparecer por unos bajos que en un segundo se convierten en gigantes. Pronto aprecias que llevas potencia suficiente para no tener que ir bien alto de revoluciones en marchas cortas y, a menudo, ayudándote con el embrague, que es cuando mejor te da todo lo (mucho) que tiene la 1200. Consciente ya de que los diez nuevos caballos dan renovados bríos a la 1250, y de que tienes fondo de armario suficiente para cualquier compromiso, me decidí a continuar el viaje con la excitante compañía de AC/DC y Deep Purple, que me pareció lo que celebraba mejor la sorpresa que empezaba a descubrir.
Mi sensación inicial es que la 1250 frena también mejor. La he probado (solo y con Martha, pero sin equipaje). La respuesta a la más leve insinuación del freno es inmediata, enérgica, manteniendo el control, sin alterar ni un milímetro la trayectoria. La suspensión me parece que ha mejorado sustancialmente. En la 1200 he ido siempre (incluso solo) en Dinamic, dos maletas y hard, porque me dijeron que era la combinación que me aseguraba la suspensión más dura. Siempre arrugué un poco el ceño, desconfiado, cuando me hablabais del modo automático de la 1250; pues bien, llevabais razón: la he notado firme, pegando con fuerza la moto al suelo; aunque supongo que con el tiempo cederá.
El comportamiento en carretera y en curvas, como en la 1200: inmejorable. Compacta, como si fuera de una sola pieza, interpreta inmediatamente cualquier gesto y se dirige adonde quieres con precisión geométrica. Y, finalmente, tengo la impresión también de que ha mejorado el cambio asistido; aunque al paso de segunda a tercera no le acabo de coger el punto y, como en la 1200, me sigue sorprendiendo con un molesto rebote.
Ahora empiezo con los auténticos asombros.
El primero, el arranque en cuesta, que me parece un regalo de los dioses que acaba con la pesadilla de continuar marcha cuando vas cargado como un ciclomotor indú y has tenido que parar en un cruce o en una curva cerrada con pendiente seria (tipo “tornantes” de los Alpes o Lo Stelvio), que te mira retadora desde arriba (desde tu derecha, por añadidura), reclamándote para seguir redaños, pulso firme y un poquito de mala leche. Pues bien: adiós, sufrimiento: un golpe firme de freno, sueltas los puños, remueves el trasero para que respire un poco, metes primera y adelante.
El segundo asombro: ¡la primera no hay que meterla a patadas!, como si te estuvieras peleando con una anaconda; entra suave, como cuchillo en mantequilla templada, hace clack, y ya está. Y, para más pasmo, el punto muerto ha dejado de ser tan ilocalizable como el misterioso punto “G” de las damas: está entre la primera y la segunda, sin más, como os lo cuento. Se acierta fácil.
Mi 1200 tenía relojes, lo que me resultaba preferible porque, decía hasta ayer, le daba un aire de noble tradición motera (vintage, diría un fino), muy apropiada para una persona de edad provecta como yo. Bien: olvidaos; ni caso, como si no lo hubiera dicho nunca. La TFT (todavía sin bautizar) ha sido un verdadero hallazgo. Y eso que mi comunicación con ella no llega todavía más allá del: “Hola, yo ser Juanjo”. Pero ella lo entiende todo: desde que me vio acercarme a la moto se instaló mi Navegador, mi teléfono, los intercomunicadores, los contactos, mi Spotify… y no cogió el número de la tarjeta de crédito porque debió averiguar pronto que no le merecía la pena el esfuerzo. Le enseñaré a que busque en otro sitio. ¡Qué tía!
En fin, que, como seguramente habréis apreciado, de momento estoy bastante satisfecho con mi nueva 1250. Puestos a poner algún “pero”, el asiento me ha parecido pelín duro, tipo abdominales de Cristiano Ronaldo. También, he apreciado un ligero ruido al acelerar, entre las 1000/3000 revoluciones, en la parte delantera izquierda, que observaré en los próximos días.
Y esto es todo lo que os puedo contar. Lo que os decía: esperaba encontrarme “el mismo perro con distinto collar” y, yendo más allá de mis expectativas, me he encontrado “el mismo collar con distinto perro”. Un pastor alemán, propiamente: inteligente, fuerte, rápido, noble, obediente, incansable. Espero que nos de tantas satisfacciones como sus predecesoras y que podamos disfrutarlas, con salud y buen ánimo, con todos vosotros. Y sí, aunque a algunos os cueste creerlo: esta con la que me retiraré cuando el tiempo me eche de la moto.
Un abrazo y hasta pronto.
Juanjo
PD: Estoy desconcertado. Hoy he hecho otra pequeña ruta (110 kms.) semejante a la de ayer. La moto, perfecta, todo reafirmado. Pero mi pantalla no me habla. La dejé ayer, tan eficaz y cariñosa, y esta mañana… ni mu; se enciende bien, pero a mí, como si no existiera. He ido en silencio, y Vivaldi y yo, mudos, con cara de tontos. Veremos mañana con qué humor aparece (pantalla: al fin… femenina).
Empezaré felicitándome y felicitándoos porque, superado lo peor (esperemos), pronto podremos continuar recorriendo juntos las soberbias rutas que nos están esperando. Un abrazo especial, muy fuerte, para quienes habéis visto la cara más dramática del malhadado virus. Aún lejos, os hemos tenido muy presentes durante estos meses.
Afortunadamente, las circunstancias permiten ya hablar de frivolidades, por lo que os contaré el placer que me ha producido volver a pasear en moto, estrenando mi flamante GS 1250 Adventure, que me ha estado esperando, silenciosa y paciente, en la tienda de nuestra compañera Lucía, durante estos dos meses de obligada reclusión.
Amigos: ¡qué placer! ¡qué moto! La sensación ha sido tan impactante como la que me produjo hace unos años la K 1600 (la “blanquita”) y que os contaba en aquél “Amor a tercera vista” que compartí con vosotros en este mismo foro. Impresión soberbia e inesperada, porque, después de (exactamente) tres años con mi querida GS 1200 Adventure, mi espléndida “negrita” (los apelativos son de Martha; y, por favor, no confundir con “la negra”, reservado a la inolvidable K 1200), esperaba encontrarme con “el mismo perro con distinto collar”; y, sin embargo, ha surgido, como por ensalmo, “el mismo collar con distinto perro”: Toda una sorpresa que ha hecho añicos la idea de “un poquito más de lo mismo” con la que me subía ayer a ella. Lejos de esa previsible continuidad, he encontrado un “más” que se convierte claramente en un “mejor”.
Os cuento lo que me han descubierto mis primeros 130 Km., por una divertida y exigente ruta por la sierra cordobesa, un continuo “sube-baja” de cerradas curvas entrelazadas, que me parecía el lugar ideal para iniciar el rodaje de mi anhelada 1250 Adventure (la “rojita”, por el asiento; la segunda, habría que añadir, para no dejar en el olvido a mi dócil RT 1200).
Para que fuéramos conociéndonos, empecé sin otra compañía que el grave y profundo ronroneo de gata satisfecha, de un motor que te muestra inmediatamente su poderío y genio, pronto a la respuesta, que entrega rotunda y suavemente, con la calma de quien se sabe con fuerzas sobradas para darte generosamente lo que le pidas. Se nota que responde a la filosofía de que el esfuerzo no se regatea, lo que nos resulta tan agradable y reconocible a los del Atleti.
En curvas cerradas, subiendo, en tercera, ha desaparecido el sonoro redoble de palillos de la 1200, con el que te advertía, temblorosa, que estaba con la lengua fuera, obligándote a ayudarla con el deshago de la segunda. Adiós a las inquietantes y repentinas “pájaras”, hechas desaparecer por unos bajos que en un segundo se convierten en gigantes. Pronto aprecias que llevas potencia suficiente para no tener que ir bien alto de revoluciones en marchas cortas y, a menudo, ayudándote con el embrague, que es cuando mejor te da todo lo (mucho) que tiene la 1200. Consciente ya de que los diez nuevos caballos dan renovados bríos a la 1250, y de que tienes fondo de armario suficiente para cualquier compromiso, me decidí a continuar el viaje con la excitante compañía de AC/DC y Deep Purple, que me pareció lo que celebraba mejor la sorpresa que empezaba a descubrir.
Mi sensación inicial es que la 1250 frena también mejor. La he probado (solo y con Martha, pero sin equipaje). La respuesta a la más leve insinuación del freno es inmediata, enérgica, manteniendo el control, sin alterar ni un milímetro la trayectoria. La suspensión me parece que ha mejorado sustancialmente. En la 1200 he ido siempre (incluso solo) en Dinamic, dos maletas y hard, porque me dijeron que era la combinación que me aseguraba la suspensión más dura. Siempre arrugué un poco el ceño, desconfiado, cuando me hablabais del modo automático de la 1250; pues bien, llevabais razón: la he notado firme, pegando con fuerza la moto al suelo; aunque supongo que con el tiempo cederá.
El comportamiento en carretera y en curvas, como en la 1200: inmejorable. Compacta, como si fuera de una sola pieza, interpreta inmediatamente cualquier gesto y se dirige adonde quieres con precisión geométrica. Y, finalmente, tengo la impresión también de que ha mejorado el cambio asistido; aunque al paso de segunda a tercera no le acabo de coger el punto y, como en la 1200, me sigue sorprendiendo con un molesto rebote.
Ahora empiezo con los auténticos asombros.
El primero, el arranque en cuesta, que me parece un regalo de los dioses que acaba con la pesadilla de continuar marcha cuando vas cargado como un ciclomotor indú y has tenido que parar en un cruce o en una curva cerrada con pendiente seria (tipo “tornantes” de los Alpes o Lo Stelvio), que te mira retadora desde arriba (desde tu derecha, por añadidura), reclamándote para seguir redaños, pulso firme y un poquito de mala leche. Pues bien: adiós, sufrimiento: un golpe firme de freno, sueltas los puños, remueves el trasero para que respire un poco, metes primera y adelante.
El segundo asombro: ¡la primera no hay que meterla a patadas!, como si te estuvieras peleando con una anaconda; entra suave, como cuchillo en mantequilla templada, hace clack, y ya está. Y, para más pasmo, el punto muerto ha dejado de ser tan ilocalizable como el misterioso punto “G” de las damas: está entre la primera y la segunda, sin más, como os lo cuento. Se acierta fácil.
Mi 1200 tenía relojes, lo que me resultaba preferible porque, decía hasta ayer, le daba un aire de noble tradición motera (vintage, diría un fino), muy apropiada para una persona de edad provecta como yo. Bien: olvidaos; ni caso, como si no lo hubiera dicho nunca. La TFT (todavía sin bautizar) ha sido un verdadero hallazgo. Y eso que mi comunicación con ella no llega todavía más allá del: “Hola, yo ser Juanjo”. Pero ella lo entiende todo: desde que me vio acercarme a la moto se instaló mi Navegador, mi teléfono, los intercomunicadores, los contactos, mi Spotify… y no cogió el número de la tarjeta de crédito porque debió averiguar pronto que no le merecía la pena el esfuerzo. Le enseñaré a que busque en otro sitio. ¡Qué tía!
En fin, que, como seguramente habréis apreciado, de momento estoy bastante satisfecho con mi nueva 1250. Puestos a poner algún “pero”, el asiento me ha parecido pelín duro, tipo abdominales de Cristiano Ronaldo. También, he apreciado un ligero ruido al acelerar, entre las 1000/3000 revoluciones, en la parte delantera izquierda, que observaré en los próximos días.
Y esto es todo lo que os puedo contar. Lo que os decía: esperaba encontrarme “el mismo perro con distinto collar” y, yendo más allá de mis expectativas, me he encontrado “el mismo collar con distinto perro”. Un pastor alemán, propiamente: inteligente, fuerte, rápido, noble, obediente, incansable. Espero que nos de tantas satisfacciones como sus predecesoras y que podamos disfrutarlas, con salud y buen ánimo, con todos vosotros. Y sí, aunque a algunos os cueste creerlo: esta con la que me retiraré cuando el tiempo me eche de la moto.
Un abrazo y hasta pronto.
Juanjo
PD: Estoy desconcertado. Hoy he hecho otra pequeña ruta (110 kms.) semejante a la de ayer. La moto, perfecta, todo reafirmado. Pero mi pantalla no me habla. La dejé ayer, tan eficaz y cariñosa, y esta mañana… ni mu; se enciende bien, pero a mí, como si no existiera. He ido en silencio, y Vivaldi y yo, mudos, con cara de tontos. Veremos mañana con qué humor aparece (pantalla: al fin… femenina).